Publicado el 19 de Abril del 2012

Será porque trabajé cerca de 11 años en un banco, donde los controles automatizados y la normatividad impresa eran mínimos, que ahora me llama la atención la rigidez con que trabajan algunas entidades de microfinanzas.

Lo que tenía que saber se encontraba en unas pocas Directivas colgadas en la intranet y lo demás, en la cultura organizacional.

Todos sabíamos cuáles eran nuestros límites y nos manejábamos dentro de ellos, sin necesidad de parámetros rígidos en la arquitectura del Sistema Informático – S.I., que nos lo tuvieran que hacer recordar, cada momento que digitábamos una operación.

Existía una cultura de confianza. Sabíamos el número máximo de Entidades Financieras y la Clasificación Crediticia máxima que debían tener nuestros clientes. Éramos conscientes de lo que hacíamos y no necesitábamos un S.I. policiaco para hacérnoslo recordar.

Sí por algún motivo existían operaciones que excedían estos límites, éstas podían ser aprobadas por los niveles correspondientes, sin tener que implementar un complejo sistema de “excepciones”, que recorría varios niveles de aprobación, para levantar los parámetros de control ingresados en el S.I.

A nadie se le hubiera ocurrido automatizar en el S.I.: los reglamentos, manuales, ratios máximos o mínimos permitidos en los Estados Financieros, ratios máximos de Cuota / Excedente, entre otros; que se tuvieran que modificar, cada vez que cambiaran las reglas de juego.

Esta ventaja permitía que las operaciones fluyeran con rapidez y, de paso, generar un factor diferenciador en el mercado, altamente valorado por los clientes.

Esta manera de trabajo, que debería ser una constante en las Instituciones de Microfinanzas – IMF, no lo es. Muchas de éstas son rígidas, cuando contradictoriamente el mercado que atienden es informal y exigente en la velocidad de su atención, por la alta rotación de sus negocios.

En mi opinión, instaurar un S.I. bajo la premisa de que todo debe ser parametrizado es un despropósito, puesto que genera una cultura de desconfianza al interior de la organización y origina demora en la atención de las operaciones crediticias y, de paso, pérdida de competitividad en el mercado.

Ahora que los Bancos han ingresado al mercado de microfinanzas, a través de unidades especializadas o la compra de entidades existentes, es momento para que las – IMF reflexionen y modifiquen sus criterios de control y cultura organizacional. Sobre todo, si pretenden seguir en el mercado.

Autor
Iván Lozano Flores